Catalunya vol toros
21 julio, 2010

No he escrito nada sobre los Mundiales porque cuando se cumple un sueño lo mejor es disfrutarlo a tope.
Ver una y otra vez las imágenes de la Roja antes, durante y después de la hazaña, leer cualquier detalle y regocijarme en las webs de MARCA, AS, El Mundo Deportivo y casi cualquier diario digital o impreso que cayera en mis manos ha sido mi pasatiempo favorito durante todo este tiempo de resaca.
Comentar el beso de Iker y Sarita me parece una vulgaridad pues todo el mundo lo hace y yo quiero parecer diferente. Además soñaba con que la cogiera en brazos cuando el (gilipollas del) árbitro pitara el final del partido. Que la cogiera y la paseara a lo largo y ancho del campo, ella con el micrófono de tele 5 colgando; él con esa cara de Romeo que se gasta, exultante, empalmado por los efectos de la gloria.
Pero ya pasó.
Sarita e Iker han peregrinado a algún lugar maravilloso a revolcarse sin micrófonos, sin el dichoso Jabulani y sin cámaras. Y yo me he largado a otro mucho mejor para hartarme de escamarlanes y otras exquisiteces con la intención, a la vuelta, de regresar a la Monumental de Barcelona para regalar la peineta de 2010 a los desoficiados antitaurinos.
Pero esta vez no hizo falta que me desmadrara. Eran menos porque el maestro de Galapagar está lesionado; pocos, mal vestidos como siempre y más silenciosos, tal vez por la ausencia de José Tomás o bien porque son conscientes de que dentro de unos días podrían salirse con la suya ya que el PSC haciendo gala de la manera de proceder que acostumbra -donde dije digo, digo Diego, Agustín o Pepe- ha dado libertad de voto -no anónimo- a sus diputados en el último momento. Es decir, que la voluntad del conjunto de la ciudadanía catalana queda representada por la conciencia personal de un puñado de politicuchos que no se sabe dónde cagaron la primera mierda. Ni tampoco importa, entiéndame el hipotético lector, precisamente porque yo no decido sobre las aficiones del prójimo no entiendo porque el PSC sí puede hacerlo en esta ocasión.
En la misma línea están los otros, los españolazos de CIU, obcecados con los iconos patrios –¡y si habla mal de España es español!– aquellos que los funden y confunden con la España de la que ellos se avergüenzan, especialmente en estos días en los que andan encabronados con el Estatut. Es por eso que la Fiesta, si un milagro no lo remedia, va a caer en Barcelona como una venganza cañí. Y les llamo españolazos no sólo a ellos, sino a todos los nacionalistas exacerbados que reniegan con saña de una identidad global precisamente por algunas de las cualidades que derrochan, aparte de montar pollos y saraos día sí y día no para llamar la atención, aunque luego se entreguen a las alegrías de la rojigualda con la excusa de que marcó uno de los suyos (¡grande, Puyol!).
El problema de Cataluña es que desde que los desoficiados amantes de las estultas ideas de Rovira formaron parte activa del govern, aquello dejó de ser lo que era. Si el resto de España antes la miraba con el respeto que merece una auténtica señora, ahora la tierra de los descendientes de los orgullosos payeses parece haber mutado en una arrabalera ordinaria, chillona y rencorosa.
A todo esto, el ciudadano catalán, históricamente adornado con el sambenito de la tacañería atávica ¿acepta o desconoce? que tendrá que rascarse el bolsillo ya que las indemnizaciones, en el caso de que la abolición prospere, se elevan a 300 millones de euros, unos 57 por barba.
Pero Catalunya vol toros, de eso yo no tengo ninguna duda porque así lo demuestra su afición que si ha pecado de algo, es de prudente clandestinidad ante la censura agresiva de algunos grupúsculos de intolerantes consagrados a joder al prójimo.
Si finalmente triunfara el antiespañolismo casposo y rancio, siempre nos quedará Tarragona… digo Ceret.