Sin bragas y a lo loco
26 febrero, 2010

Por segunda vez en mi vida me he visto obligada a prescindir de bragas. Ya sé que hay por ahí presuntos estetas que detestan la palabra ‘bragas’. ¿Pero cómo llamarlas si no? ¿Coulotte? ¿Braguitas? ¿Ropa interior? Me parece una cursilería, demasiado forzado. Yo iba sin bragas y punto.
La primera vez que perdí las bragas fue un verano tórrido, ya muy lejano. Las perdí porque tenía plan; simplemente las olvidé adrede en un cajón. Lo olvidé todo, salvo un ajustadísimo vestido de color turquesa anudado a la cintura. No fue necesario que me desprendiera de él. Qué polvazo, dios mío. Yo lo recuerdo como el polvo de la entreplanta y las estanterías metálicas. Cada uno que contribuya con su imaginación a completar la secuencia aunque no es obligatorio.
Recuerdo también la sensación majestuosa, plena, morbosa, al incorporarme a la mesa con tantas personas; recién follada y sin bragas, sucia, con el fuego de la lujuria todavía dibujado en los ojos, con la piel brillante y sudada. Incluso existe una imagen de ese día. La tomó el culpable de este recuerdo. En ella aparezco sentada, envuelta en turquesa, con las piernas cruzadas (obvio), el pelo deliciosamente alborotado, las mejillas sonrosadas, la mirada brillante, los labios hinchados y henchidos de placer. ¡Ay! Aprovecho para saludar desde aquí a P, qué buenos ratos me procuró el muy canalla: hola P, maestro.
Pero ésa fue mi primera vez. Nada que ver con la segunda.
He estado fuera dos días. Dos días gloriosos. Cuando atravesé el umbral de la puerta del hotel -algo perjudicada, todo hay que decirlo- me dio un ataque de pánico. El vestíbulo abigarrado, decorado con arañas de cristal, estucos y suntuosas molduras, me sumergió en una apresurada reflexión sobre arquitectura. Y como una cosa lleva a la otra, especialmente en mi desordenada cabeza y más en ese estado, el inconsciente, siempre al acecho, llamó a las pechinas. Las pechinas son como bragas, le comenté un día a un compañero mientras disertábamos delante de una Cruzcampo sobre la catedral de Santa Sofía. Pechinas, bragas, bragas, pechinas. ¡Ay, la madre q…! Que no me he traído bragas de repuesto.
Y así fue como pasé la toda la jornada posterior a los hechos que expongo sin bragas, circunstancia que a mí me pareció la mar de divertida. Me hubiera gustado gritarlo a los cuatro vientos. Tan modosita, tan contenida, limpia y arregladita: ¿sabe usted que no llevo bragas porque sólo me he traído unas y paso de hacer la colada en el lavabo? Sujetadores siempre llevo por lo menos tres. Es que soy un poco maniática

Gracias por todo, Cruzcampo
17 diciembre, 2009

Más perra que Veguita
25 marzo, 2008

chaise-longue.jpgTras la resaca de las elecciones mi vida ha dejado de tener sentido. Mariano no ha alcanzado la gloria ni la oportunidad de demostrar que sería un gestor eficiente para esta mierda de país secuestrado por la estulticia y yo atravieso una mala racha presidida por la melancolía, la pereza y la desgana. Seguro que algún avispado le ha puesto nombre a mis padecimientos, será algún síndrome de estos que están tan de moda, pero como no soy Britney Spears me pueden ir dando por culo hasta el 2012 mientras espero a que Mariano ocupe el ansiado escaño negro. Para entonces seré una guacamaya consagrada rellena de sustancias milagrosas, polímeros y moléculas de diseño que disimulen mi previsible avinagramiento. El caso es que mientras espero a que los españoles recuperen la cordura, he recurrido a la ayuda de un profesional. Me desagrada la idea de acabar a machetazos con los ilustres miembros del botellonx de algún instituto público o concertado durante una crisis de melancolía. ¿Qué dirían mis amistades? Sólo Federico me consideraría una heroína, pero últimamente también a él lo encuentro bastante quemado. Así que me he buscado un sico la mar de guapo, de unos treinta y tantos, pelo canoso, alto y fibroso, con aspecto cuidadosamente desaliñado. Ideal para atravesar esta etapa de mi vida.
Ayer fui a su consulta. Me tumbé en una chaise longue de Le Corbousier con las piernas bien cruzaditas. Relucían las suelas rojas de mis Louboutin
-¿…Y?
-Pues no sé, oiga, que no ando fina. Mariano ha perdido y yo me siento como huérfana, no tengo ganas de nada. No doy ni un palo al agua, me cuesta un mundo grabar un cedé. De follar ni hablamos. Menos mal que me quedan los helados, pero me da pánico la celulitis.
-Ese sentimiento es positivo, manifiesta usted interés por cuidar su cuerpo…
-Me da pánico, pero me apiporro de helados, aclaro. Y duermo la siesta todos los días. Ah, y no me cambio de bragas: les doy la vuelta.
-Uhmmmm.
-Qué bonita esa lámpara ¿es de Modiss, verdad? Y la silla no es de Vitra, que sepa que es una copia, buena, pero copia. A ver cuánto me va a clavar, doctor. Coño, lleva la camisa por fuera, pero es Façonnable.
-¿Hay algo que despierte su interés?
– ¿Aparte de su camisa y de la lámpara? Déjeme que piense… el traje de novia de Belén Esteban y el Chiquilicuatre, pero porque ya no está Rajoy en la cresta de la ola. Ah, y esa francesa con la cara deformada que se ha suicidado. ¿Por qué no me habrá pasado algo así a mí? Tendría por fin una buena excusa para hacerme la víctima. Tengo un lunar en la cara, ¿cree usted queeee…? ¿Puedo fumar?
-No, lo siento.
-No me joda
-Lo siento he dicho, este es mi lugar de trabajo
-¡Es un consulta privada! Pri-va-da. Me va usted a esquilmar en cuanto me incorpore además de diagnosticarme un enfermedad mental. O me deja fumar o le meto fuego a las cortinas. Que sepa que le han tomado el pelo, ese lino tiene demasiado poliéster y no se imagina la que se puede liar si arrimo a la ventana el mechero del PP que llevo en el bolso. Sus cortinas son de médico de barrio advenedizo. Su padre seguro que era picoleto y, ojo, que esto último se lo digo sin acritud. Me encantan los picoletos.
-Pues no, era policía nacional.
-¿Lo ve? Bueno, pues como no me deja fumar me piro. Además, los descendientes del funcionariado suelen ser socialistas. Hágame usted un diagnóstico apresurado o no suelto ni un céntimo y le monto un escándalo.
-Cálmese, creo que exagera. Retomemos la conversación con tranquilidad.
-Y una mierda, no me ha negado que es usted socialista, no me permite fumar y me piensa sacar un pasta para costearse los porros, el Vega Sicilia y la asistencia a las manifas progres. Ahora mismo me rompo las medias y empiezo a gritar…
-Es usted más perra que Veguita.
-¿Cómo dice?
-Mi diagnóstico. ¿No es ese el trato? Eso, y ciento cincuenta euros.
-Usted es un chorizo, como todos los de su palo. Sepa que le pago porque es un diagnóstico muy sensato. ¿Hay tratamiento?
-Cerveza, un par a mediodía -si tercia- y tres por la noche. Mejor si es de barril (Cruzcampo). La acompañaré durante las primeras tomas para comprobar que la ingiere de manera correcta. Es necesario acompañar la ingesta con queso curado y jamón serrano.
-Pues recógeme a las ocho y ni se te ocurra cambiarte de camisa.
-…ni a ti de zapatos.
-Trepa.
-Floja.

pd.:Enhorabuena al poeta cordobés José Daniel García, que ha obtenido el XXIII premio de Poesía Hiperión con su obra «Coma».